En
el principio, el Teatro. En el inicio de la representación y la búsqueda de la
conexión con los dioses, el ritual que, posteriormente, se transformó en arte
escénico. Antes de su nacimiento oficial en la antigua Grecia, el teatro ya existía
en manifestaciones teatrales en el mundo: bailes y danzas que constituyen las
más remotas formas del arte escénico. Las primeras manifestaciones dramáticas
que se presentaron fueron las prehistóricas danzas mímicas que ejecutaban los
magos en las tribus y durante las que se hacían acompañar de música y de masas
corales en sus conjuros, con el objetivo de ahuyentar a los espíritus malignos.
Desde
los inicios de la historia del hombre como ser pensante e integrante de una
comunidad, el Teatro refleja su realidad: la señala, la critica y la recrea con
el claro objetivo de replantear sus fallas, sus carencias, sus excesos, sus
manías. Desde ese tiempo y hasta nuestros días, el Teatro es una de las
disciplinas de mayor importancia en el ámbito cultural, pues cumple una función
de socialización de las relaciones humanas. Cuenta la historia que el diálogo
más antiguo que se ha encontrado proviene de Mesopotamia y que en Japón los
principales teatros son el Noh y el Kabuki. Dicen quienes saben que en la India
se desarrolló un teatro y una cultura que va directamente a los sentimientos y
emanan religiosidad.
Ahora
bien, la construcción de los escenarios -tal y como los conocemos- se inició
durante el Imperio Romano, así como las primeras formas de escenografía y
decorado, sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas durante este periodo, ya
que durante este periodo el teatro cayó en un declive cultural ya que los
romanos preferían el circo; para cuando llegó la Alta Edad Media, en el año
476, el Teatro casi había desaparecido porque la Iglesia lo consideraba un
pecado.
Justo
en estos periodos nos encontramos aquí en México actualmente. Estamos no
perdidos en el espacio, pero sí en esa línea temporal que nos regresa –a pesar
de no quererlo nosotros- a los tiempos del Imperio Romano: a la mayoría de la
gente le gusta el circo, la televisión, el dramón de las telenovelas y los
partidos de fútbol, razón por la cual el teatro y demás actividades culturales
están en peligro de extinción pues –piensan los funcionarios- si la gente no
muestra interés, no hay porqué destinarle presupuesto y, peor aún, resurge la
necia alternativa de cerrar los espacios culturales.
Resulta
que el Teatro Jiménez Rueda, un espacio emblemático en el arte escénico no sólo
en el Distrito Federal, sino en todo el país, cerrará sus puertas para dar paso
a un centro comercial (como casi no hay centros comerciales aquí en el Distrito
Federal, como es algo urgente y muy necesario cerrarán un teatro –que hay
muchos y en todos lados- para que surja de ahí un centro comercial. ). El colmo. La insensibilidad y el nulo tacto en temas
culturales cada vez es más evidente. Es preocupante que los funcionarios en
turno no se tomen las molestias de siquiera sopesar el hecho de cuánto impacto
tendrá el que se cierre un teatro de la importancia del Teatro Julio Jiménez
Rueda.
El
Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Instituto de Seguridad y
Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) confirmaron el
cierre del Teatro Jiménez Rueda para finales del mes de marzo, sin embargo –y
como suele ocurrir en este tipo de situaciones- las autoridades afirman que es
porque hay riesgo pues el edificio de junto se encuentra reclinado sobre el
inmueble en el que se encuentra el teatro, en tanto existen otras versiones que
afirman que cerrarán este espacio porque levantarán un centro comercial. Se
debe recordar que este espacio pertenece al ISSSTE pero que es administrado por
el INBA. El ISSSTE, a través de su oficina de prensa, confirmó hace poco la
propuesta de venta del edificio y, como era de esperarse, ante la noticia, la
comunidad cultural y, específicamente, actores, dramaturgos y empleados del
teatro han mostrado su inconformidad y molestia. Y es que no es para menos. Lo
que hace falta en este país son espacios dedicados a la cultura y al arte;
lugares en los que los artistas expongan y difundan su quehacer, sus propuestas
artísticas. De qué manera sensibilizar a la comunidad y a las nuevas
generaciones. La cultura, el gozo estético que brindan todas las artes, es
necesaria para el desarrollo de niños y jóvenes, más aún en estos tiempos en
los que la violencia parece generalizarse y ser tan común día con día.
¿Qué
se debe hacer para que el Jiménez Rueda no cierre sus puertas? ¿Con quién se
debe hablar para intentar convencerle de que esa decisión es equivocada, que es
errónea, que se aleja de los movimientos culturales acertados? ¿Realmente se
trabajará y se encontrará una nueva sede para este teatro, tal como se
compromete María Cristina García Cepeda, directora general del INBA? ¿Y para
qué cerrar o cambiar de sede un teatro que ya cuenta con años en ese lugar en
donde se encuentra? Mutis. Nadie responde, los funcionarios se hacen de la
vista gorda, miran para otra parte; suenan su nariz y arrojan su moquiento
punto de vista tan cerrado, tan patético, tan fuera de lugar porque nada pueden
decir, nada pueden explicar, vaya, no pueden siquiera mirar a los ojos y dar
una razón creíble del porqué o del cómo y de qué manera se toman
determinaciones que le vienen dando en la torre a la cultura ya de por sí tan
odiada, tan pisoteada y ninguneada de este país, cada vez más lejos de la razón
y de la cordura. Algo que no se entiende es por qué se invirtió en la
remodelación de este teatro, hace apenas algunos años, y no se previó de los
posibles cambios que tendría o presentaría el edificio que se ubica junto a
este espacio escénico. Conociendo el proceder de las autoridades, no se le
invierte dinero a un espacio que se encuentra en riesgo. Si en ese tiempo tanto
el ISSSTE como el INBA observaron que el edificio que se encuentra junto al
Jiménez Rueda presentaría futuras fallas en su estructura, una de dos:
remodelan las fallas estructurales y remodelan de manera general, o
definitivamente hubieran anunciado que no se llevaría a cabo la remodelación
debido a las causas que se exponen en esta entrega. No se lleva a cabo una
remodelación si se detectan futuras fallas o riesgos, ¿no cree?
Todo
sea, pues, porque los centros comerciales se levanten sobre los restos de lo
que alguna vez fueron espacios culturales destinados a la sensibilización de
seres cada vez más neófitos, fríos e insensibles. ¡Benditos sean los súper
mercados, las ventas y las carteras de quienes celebran el desahucio de la
cultura y el arte!
Sólo
a manera de historia: el Teatro Julio Jiménez Rueda fue inaugurado el 23 de
noviembre de 1965 con un programa-homenaje a las primeras actrices del teatro
mexicano: Ma. Teresa Montoya, Virginia Manzano, Amparo Villegas, Carmen
Montejo, Ma. Teresa Rivas y Ofelia Guilmain, quienes interpretaron fragmentos
de obras que las habían consagrado. Tres días más tarde, se inauguró
formalmente con la obra Mudarse por mejorarse, de J. Ruiz de Alarcón, dirigida
por J.L. Ibáñez, con un elenco integrado por Rita Macedo, Raúl Dantés, Carlos
Fernández, Julissa, Claudio Obregón, Felio Eliel, Sergio Jiménez, Dolores
Linares, Carlos de Pedro, Sergio Verduzco y Miguel Flores. Ha sido sede de
eventos y festivales nacionales e internacionales. Esperemos que algo se pueda
hacer, que los interesados en levantar un centro comercial en ese lugar
encuentren otro, o que se lleven a cabo ajustes y se solucione el peligro del
que hablan (lo han hecho en otras ocasiones, hay personal calificado para ello)
y que este teatro siga funcionando como hasta ahora. Esperemos que la cultura
deje de ser la hermana gorda y fea y que, al fin, se le fortalezca con nuevos
espacios y apoyos para los creadores de este país. Así sea.
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