Wednesday, September 17, 2008

En el umbral del Bicentenario y del Centenario

Algo raro está sucediendo en nuestro país, y digo raro por llamarlo de alguna manera, por intentar comprender qué es lo que está sucediendo. Tal vez usted, apreciable lector, se preguntará qué de raro puede estar sucediendo en un México que lentamente se asfixia con el aumento de precios a la gasolina y, por ende y lógica, a la canasta básica, que vive la inseguridad como si estuviera viendo una película de Hollywood pero sin Stallone, Bruce Willis o Mel Gibson, sino más bien a una bola de políticos maletas que no dan una pero eso sí, se quieren aumentar el sueldo porque a los pobres ya no les alcanza, me pregunto: ¿Esos legisladores se han preguntado siquiera cómo le hace toda esa gente que no gana los suficiente para comprar por lo menos huevo, tortillas y frijoles? No, claro que no, esas preguntas no se encuentran en su agenda de asuntos importantes, lo importante ahora es que su “raquítico sueldo” no les alcanza.
México está enfermo. Sí. Nuestro país se encuentra a punto de reventar. No es que busque ser alarmista ni pesimista, no, de ninguna manera, más bien es una forma de poner sobre aviso porque, no sé si afortunada o desafortunadamente, mi vida transcurre aquí abajo, a la par de otras vidas que día a día luchan por sobrevivir, léase, so-bre-vi-vir. La marmaja, lana, dinero, sueldo, marranito, ahorros, el varo ya no alcanza para nada y de nada sirve que las amas de casa y la clase trabajadora casi le mienten la madre al gobernador del banco de México en los medios de comunicación porque, según, él es el responsable de que la crisis aumente y aumente. Pero no sólo se trata de él, este país no camina si el ejecutivo no propone y sin que ambas cámaras, la de senadores y diputados, autoricen, así que la responsabilidad es compartida.
El país se encuentra tomado por una crisis severa, por la inseguridad, secuestros, muertos por todos lados y, aunque el Presidente se ocupe de lanzar spots en donde asegura que todo cambiará, que se terminará con todo lo que aqueja a México, la verdad no creo que la gente aguante mucho. Repito, no quiero ser alarmista ni pesimista, pero esto en cualquier momento va a reventar, bastará sólo un momento, un minúsculo momento en que la ira reprimida de la gente, la frustración y las preocupaciones económicas que la agobian, para que la gente se manifieste de forma violenta. Miedo nos debe dar ese momento, miedo porque no habrá algo que la pueda contener.
Uno de los detonantes para que se llegue a este momento del que hablo es, precisamente, la criminalidad. En otros países ya se está manifestando con los linchamientos a delincuentes, ejemplo de ello es Guatemala que, entre 2004 y 2005 murieron 54 personas linchadas, según la Procuraduría de Derechos Humanos de ese país. La vieja táctica de tomar justicia por su propia mano regresó al caserío de Santa Bárbara, allá en Huehuetenango, con dos hombres que supuestamente se robaron a un niño de dos años para venderlo en tres mil dólares. Los hombres fueron descubiertos y 400 pobladores hicieron justicia por su propia mano. Días antes, 200 hombres lincharon a cuatro hombres que robaron cinco casas y violaron a la dueña de una tienda. Estos hechos muestran, sin lugar a dudas, el enorme crecimiento en el deseo de venganza de la población que prefiere retomar el ojo por ojo, diente por diente antes que confiar en un sistema judicial fallido y corrupto. Los especialistas de ese país aseguran que, si a la gente que se está muriendo de hambre, sin educación, salud ni trabajo, llega un pandillero y le roba y secuentra a su hijo, esa persona decide vengarse y actuar por su propia cuenta. En nuestro país el linchamiento está cobrando presencia en el Estado de México, en contra de los llamados chimecos, esa línea de transporte que hace de las suyas y que ya lleva un buen número de víctimas por atropellamiento. El caso más reciente es la muerte de un niño que murió atropellado y por lo que la gente, enardecida, se volcó contra el camión que quitó la vida al menor. El responsable de la muerte del menor huyó, sin embargo, lo que no desaparece y al contrario, aumenta, es el enojo e inconformidad de la población. Este tipo de casos, de momentos, son a los que me refiero, momentos en los que la población busca la forma de desahogar toda esa ira reprimida, preocupaciones, carencias, deudas, falta de estabilidad y miedo. El Estado debe hacer algo y pronto, algo que no se reduzca sólo a spots en la televisión y en la radio que buscan calmar el enojo que lentamente crece, que se gesta en las clases más oprimidas del país.
Nos encontramos a menos de dos años de celebrar tanto el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución mexicanas, menos de dos años en los que la gente de nuestro país se encuentra sumergida en la incertidumbre, en la falta de ánimo para continuar pues ven ocioso trabajar si todo lo que gana no alcanza para nada, si sus deudas aumentan y los precios con ellas. No quiero ser alarmista ni pesimista, pero faltan menos de dos años para el 2010… ¿estaremos en el umbral de una nueva Revolución? ¿de un nuevo levantamiento? ¡Hagamos algo señores, y pronto!